El Bocal es un paraje de gran interés histórico, arquitectónico, hidráulico, etnológico, industrial y paisajístico. Su singular belleza radica precisamente en la unión de todos estos factores, y las vistas desde el Puente de Formigales, que une la zona de parking con la entrada al complejo, son buena prueba de ello.
Los primeros edificios que llaman la atención son la «casa del torreón» (o casa de los jardineros) y la sierra o Almenara de San Carlos (s. XIX), ejemplo de arquitectura industrial. Esta última fue restaurada hace unos años por la CHE y consta de dos edificios gemelos situados junto al canal.
Muy cerca de la sierra estaba el embarcadero, que todavía se identifica con facilidad, y además El Bocal también contaba con una posada para los viajeros que lo recorrían.
Unos metros separan las hileras de casas donde vivían los trabajadores y sus familias del elegante Palacio de Carlos V y su jardín botánico. Sin embargo, es la pequeña iglesia de San Carlos Borromeo (s.XVIII) la que tiene el poder de trasladar nuestros pensamientos hasta latitudes más caribeñas.
El paseo junto al cauce es muy agradable y se pueden ver diversas estructuras y maquinaria que ya no está en uso. Aunque si hay una construcción que refleja la verdadera razón de ser de El Bocal es la Casa de Compuertas y su presa.
Esta fue una de las obras impulsadas por Pignatelli y sus once bocas con compuertas sirven para regular el caudal del río en este tramo donde se une con el inicio del canal. Aunque está algo apartada del complejo, merece la pena acercarse a verla.