En 1.860 nacía en Calatayud (Zaragoza) Blanca Catalán de Ocón y Gayolá. La niña pronto demostró un gran interés por las plantas que la llevaría a convertirse en la primera botánica española. Además fue una de las primeras mujeres del mundo que dio nombre a una especie vegetal: la Saxifraga blanca.

Pero «Historia de una flor» no es un libro biográfico sino una novela protagonizada por una joven llamada Alba que está basada en la vida de Blanca. Aparentemente es una historia sencilla y de fácil lectura, pero pone sobre la mesa las dificultades que encontraban las mujeres para dedicarse a la ciencia.

La historia se desarrolla a finales del siglo XIX y nos lleva de la sierra de Albarracín a Teruel, a Praga, a Barcelona, a París… Y todo comienza el día de la boda de Alba, que se siente triste a pesar de haber tomado la decisión más correcta.

Sin embargo, en ese momento sus pensamientos vuelan hacia el pasado. Hacia su madre, que le enseñó a hacer herbarios; hacia el valle donde se enamoró y descubrió una delicada flor capaz de romper piedras…

«Solo el calor sirve para echar de casa a los fantasmas».

Poco antes, Alba y su hermana Luisa son felices en tierras turolenses: una clasifica plantas y la otra mariposas. Las dos han recibido una buena educación y su madre las alienta a continuar con sus investigaciones. Su padre no se opone, aunque preferiría que se dedicaran a bordar o tocar el piano.

Lo que no imagina es que los paseos de sus hijas en busca de insectos y flores también les llevan a encontrar el amor.

Pero las cosas rara vez suceden como las planeamos y tampoco esperes que sea así en «Historia de una flor». Solo te diré que la vida de Alba está a punto de cambiar para siempre.

Como he dicho antes, el personaje de Alba está inspirado en Blanca Catalán de Ocón y Gayolá (1860-1904), pionera en el campo de la botánica en España. Su amor por las plantas la llevó a catalogar hasta 83 especies, algunas desconocidas hasta entonces, como la Saxifraga blanca.

Aunque nació en Calatayud, la familia paterna era de Monreal del Campo y pasó buena parte de su infacia y adolescencia en el Valle del Cabriel (Teruel).

Fue su madre quien le inculcó el amor por la naturaleza y con solo 20 años un herbario suyo fue publicado en el suplemento científico del periódico turolense “La Provincia». Se tituló «Catálogo de las plantas colectadas por la Srta. Blanca Catalán de Ocón en Valldecabriel».

Saxifraga, del latín «saxum» (piedra) y «frangere» (romper, quebrar)

«Señala una planta de tallo humilde, una flor en forma de pequeña campana, abierta y blanca que brota en un pequeño arbusto, no más alto de un codo».

La Saxifraga blanca descubierta por ella fue incluida en el primer libro moderno sobre la flora española: el “Prodromus Florae Hispanicae”. Es aquí donde realidad y ficción se unen, porque Heinrich Willkomm, autor de dicha obra, juega un papel destacado en la novela. Lo mismo sucede con el religioso Bernardo Zapater, que fue quien puso en contacto a Blanca con este botánico alemán.

Todo indicaba que la joven tendría una brillante carrera como botánica, pero hasta hace no mucho ser científica era una tarea llena de obstáculos. Como era frecuente en la época, y al contrario de lo que sucede en «Historia de una flor», el matrimonio de Blanca la alejó de su vocación.

Convertida en esposa y madre de familia, abandonó la botánica y murió en Vitoria a los 43 años.

«La vida no es fácil para ninguna de nosotras. ¿Y qué importa? Debemos perseverar y, por encima de todo, tener confianza en nosotras mismas».

(Marie Curie, física y química)

Frecuentemente, cuando una mujer superaba la barrera social y vencía la idea de que la ciencia era terreno exclusivo de los hombres, el reto era otro: Conseguir que su trabajo se tomara en serio y no cayera en el olvido.

¿O acaso sabías que la primera botánica española era aragonesa? Porque yo no. Por eso me pareció buena idea celebrar el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia compartiendo su historia.