El otoño es un momento mágico para visitar Bureta, un pueblo de cuento de hadas con vistas al Moncayo. No importa si ya lo conoces o si es tu primera visita, porque en esta época del año te va a enamorar.
Nada más llegar, unas letras gigantes y un precioso mural con un hada vestida de blanco te darán la bienvenida al municipio. A cada paso irás descubriendo rincones decorados con temática fantástica, incluyendo el antiguo depósito de agua, donde están representados los cuatro elementos de la naturaleza.
De camino al Burosque Encantado, hogar de elfos, duendes y otros seres legendarios, podrás descubrir dos monumentos emblemáticos de Bureta: la iglesia de la Santa Cruz y el palacio de los Condes de Bureta, ambos muy interesantes.
Este lugar tan especial existe gracias a la asociación Bureteandoando, cuyos miembros están al servicio de las criaturas mágicas. Y fueron un grupo de amigas quienes, con el objetivo inicial de luchar contra la despoblación, consiguieron contagiar su ilusión por este proyecto al resto de vecinos.
En pocos años han conseguido transformar su pueblo en una auténtica Bureta Encantada. Sin embargo, es inevitable pensar en la cantidad de tiempo necesario para mantener todos los elementos como el primer día, ya que están hechos de manera artesanal con materiales naturales o reciclados.
Así que no te sorprendas si visitas el Burosque en domingo y hay gente pintando, reparando puentes o colocando setas porque, según nos dijeron, siempre hay cosillas por hacer.
En mi opinión, lo que no te puedes perder cuando llega el otoño es el Parque Luchán, situado justo detrás del Palacio. Por él discurre una pequeña acequia que suministra agua a las huertas de Bureta y que está rodeada de vegetación, incluyendo enormes plataneros cuyas hojas al caer forman una tupida alfombra.
Desde hace un tiempo, este bonito paseo en dos niveles de altura también ha sido colonizado por las criaturas mágicas. Como consecuencia, hay pequeñas puertas y ventanas en los troncos de los árboles, calabazas de colores, mariquitas de piedra… e incluso casitas de madera donde pueden entrar a jugar los niños.
En este espacio se han creado varios rincones siguiendo el espíritu fantástico y el estilo arquitectónico del Burosque.
En uno de ellos se han construido los establecimientos de Bureta pero, como no podía ser de otra manera, en versión duende. Está la peluquería, el bar, la panadería, una posada… y nos pareció una idea genial para poner en valor el comercio local y el consumo de proximidad.
En esta zona también se encuentra el Barrio de las Calabazas, que está muy bien indicado junto al puentecillo que cruza la acequia. Como su propio nombre indica, está compuesto por un montón de calabazas reconvertidas en casitas, y todas tienen diferentes formas, tamaños y colores.
Antes he comentado que en otoño el Parque Luchán suele estar completamente cubierto de hojas secas. Según cómo lleves el día, te pueden transmitir paz y serenidad o darte unas ganas locas de cogerlas y lanzarlas al viento.
Y ahora viene el espóiler: si vas con niños es muy probable que ellos decidan por ti.
Como podrás comprobar, el tiempo entre juegos pasa volando, y conforme la tarde avanza, los sonidos y los colores van cambiando poco a poco. ¡Tanto que hasta los pinos del Burosque parecen dorados cuando la luz atraviesa sus ramas!
Pero no te dejes engañar, es cosa de las hadas, que quieren que te quedes un ratito más en Bureta.