El cacao es el fruto del cacaotero o árbol del cacao (Theobroma cacao), que es una planta originaria de la cuenca del Amazonas. Allí crece de forma silvestre, pues necesita buena humedad y temperaturas altas durante todo el año, que son típicas del clima tropical y subtropical.
El cacaotero es un árbol de hoja perenne y su fruto, que tiene forma oval, se llama mazorca. Cada vaina contiene entre 30 y 60 semillas y de ellas se obtiene el cacao tras varios procesos que incluyen su fermentación y secado.
Pero mucho antes de las grandes plantaciones y de que los españoles probaran «el alimento de los dioses», aztecas y mayas ya lo bebían e incluso utilizaban sus granos como moneda.
Sin embargo, la historia del chocolate no habría sido la misma sin los monjes del Monasterio de Piedra, en Nuévalos (Zaragoza), donde fue cocinado por primera vez en Europa. Todo sucedió en 1534, cuando Fray Jerónimo de Aguilar, que había acompañado a Hernán Cortés a México, les envió un cargamento de cacao.
En este monasterio cisterciense lo mezclaron con azúcar, canela y vainilla para quitarle su amargor natural. Muy pronto, el chocolate a la taza se convirtió en un alimento habitual en su refectorio, y hoy en día, la visita al monasterio incluye una exposición sobre este alimento.
España tuvo el monopolio del comercio del cacao durante décadas, pero pronto llegó a los cocineros europeos que idearon nuevas formas de tomarlo. Sin embargo, no se fabricó chocolate sólido hasta el siglo XIX, cuando un holandés intentó prensarlo.
Hoy en día, chefs de todo el mundo incluyen el chocolate en deliciosas recetas dulces y saladas, y las posibilidades son casi infinitas.